“El mundo es como un libro abierto, quien no viaja sólo ha leído la primera página”.
Esta cita de autor desconocido podría servir como impulso inicial para decidirse a emprender un viaje en solitario o a repetir la experiencia, si es que ésta no terminó de ser buena. Y es que el buen viajero sabe que así es como uno se debe mover por el mundo si lo que no se quiere hacer es turismo, una cosa bien diferente. Es una experiencia que uno debería hacer alguna vez en la vida y por eso aquí van algunas razones para pensárselo.
1. Puedes hacer ese viaje que siempre quisiste hacer y a tu manera. ¿Por qué ir siempre a los cuatro puntos más turísticos? ¿Por qué enfrascarse en una procesión interminable de visita a iglesias y castillos? Haz el viaje adaptándolo a tu gusto. ¿Te gusta Dostoievski? Haz la ruta de Crimen y Castigo en San Petersburgo, no hay grandes monumentos pero conecta con un universo que te atrae. ¿Te gusta Wim Wenders? Visita los lugares en los que se desarrolla El cielo sobre Berlín, empezando por la victoria alada en el Tiergarten. ¿Te gusta la naturaleza? olvídate entonces de los recorridos de ciudad en ciudad e intérnate en pueblos más pequeños que te ofrezcan lagos increíbles, parques naturales, pequeñas cascadas.
Puedes emular, además, algún viaje de uno de tus escritores favoritos: Marguerite Duras (conocer su Indochina), Paul Theroux (un viaje en tren por China) o Vikram Seth (que visita Tibet o Nepal) ¿Estás harto de las contrarreloj de visitar un lugar turístico? Viajando solo te podrás sentar a observar simplemente la gente que pasa una hora, dos, perder el tiempo a tu manera, sin presión. Podrás pararte en medio de la plaza de un museo, en uno de los parques que te apetezca, a leer un rato ese libro que viaja contigo.
2. Te vas a empapar de la cultura del lugar que visitas, pues no tienes más remedio que preguntar y mezclarte con la gente, lo que te va a nutrir de un conocimiento incalculable. Es muy bueno para practicar y aprender idiomas. ¿Estás enfrascado en el aprendizaje del italiano? Vete a ese país. Plantéate un Interrail, un viaje a varias ciudades vía bus o tren que te permite moverte más, charlar con otras personas.
3. Posiblemente tengas más tiempo para invertir en el viaje ya que no tienes que cuadrar tus vacaciones con otras personas, así que puedes perderte en unos de esos destinos lejanos cuyo trayecto en avión es bastante caro pero que una vez allí todo se simplifica para tu bolsillo. Con ello lograrás que valga la pena amortizar el viaje disfrutando de al menos un mes completo en el lugar, que puedas respirarlo, beberlo, sentirlo… todo ello necesita tiempo y paciencia.
4. Los viajes en solitario son geniales para llevar a cabo un pequeño proyecto. Puedes empezar ese cuaderno de viaje que siempre quisiste hacer. ¿Eres bueno con las acuarelas, con los lápices de colores? pues te los llevas y renuncias a un par de piezas de ropa en tu maleta (aquí hay algunos trucos: Cómo hacer la maleta perfecta). Puedes hacer todas las fotografías, todos los vídeos que te plazca, tomándote tu tiempo, haciendo pruebas con la luz, con el tipo de lente, lo que te ayudará a hacer un genial diario de tu periplo.
5. Perderás el miedo al ridículo, tan español. Frente a una oficina de turismo o una oficina de Información, hay dos tipos de turista: el anglosajón, que entra sin pensárselo dos veces y pregunta lo que sea que tiene que preguntar (cierto es que hablar inglés da muchas alas, a veces demasiadas) y el español, que se queda parado, vuelve a mirar en su guía, se toma cinco minutos y habla con aquel con el que viaja porque todavía se lo está pensando.
6. Aprenderás a orientarte. Si eres de los que delegas en el que lleva el mapa, él o ella van dirigiendo y tú vas detrás, aquí no hay excusa que valga. Tendrás que crear tu propia estrategia, colocarte el mapa en la posición de las calles que tienes delante, buscar la posición del sol o cualquier otra cosa que se te ocurra. Te fijarás más en lo que tienes a tu alrededor, fijando en tu cabeza lugares y detalles de las calles que te ayuden a encontrar el camino de vuelta al lugar del que partes, al lugar que quieres volver en esos días: ese sitio será tuyo en unos días, tendrá algo familiar, algo cotidiano.
7. Puedes saltarte los planes iniciales con más facilidad. Aunque cierto es que hay que tener cierta organización que no te haga perder el tiempo en nimiedades, nada más placentero que adecuar el viaje a las sensaciones que se van teniendo. ¿Tenías planeado quedarte en esa ciudad que parecía genial pero al final no te gusta mucho? Sigue adelante, pasa tiempo en los sitios que te provoquen buenas emociones por muy pequeños y poco que tengan que ver, en los sitios donde encuentres gente interesante, otros viajeros que compartan tus intereses. Es bueno saber dónde se duerme el primer día, el resto se puede ir haciendo sobre la marcha. Escucha a tu cuerpo y a tu mente, descansa donde tengas que hacerlo, renuncia a algún punto que tuvieras planeado si fuera necesario: viajar no es una contrarreloj.
8. Si pagar una habitación individual sube por las nubes tu presupuesto, siempre puedes quedarte en albergues (hostels) que ofrecen cama en habitaciones para muchas personas. Estos establecimientos se han convertido en algo más que sitios para jóvenes mochileros, son lugares en los que te sientes como en tu propia casa gracias a sus comedores, a sus salas comunes, que te permiten conocer a otros viajeros con facilidad, intercambiar experiencias.
9. Te conocerás a ti mismo. Estarás más abierto a nuevas experiencias, esas que te impide tener un entorno que te tiene ya clasificado: amigos de toda la vida, familia. Descubrirás otras facetas de ti mismo si estás abierto a ello, si te arriesgas. No hay nada mejor que demostrarte que puedes ser bueno en algo que nunca experimentaste, aficiones que puedes empezar a probar en unas vacaciones: desde centrarte en la fotografía, hacer piragüismo, submarinismo o iniciarte en la cerámica.
10. Y, por supuesto, conocerás mucha gente si pones en práctica muchas de las recomendaciones vertidas aquí. Y ante todo, no se debe olvidar que uno ha de viajar con buena predisposición, con espíritu abierto, con ganas y mucha curiosidad. Tus problemas, tus tristezas, viajan contigo y hay que saber tenerlas controladas o esperar al momento oportuno para hacer el viaje. Como dice Fernando Pessoa: “Los viajes son los viajeros. Lo que vemos no es lo que vemos, sino lo que somos“.
Fuente: ZoomNews
Autor: María José S. Mayo
Este es mi cuaderno de bitácora y experiencias, un espacio de aventuras por los rincones del mundo donde encontrarás anécdotas y curiosidades de mis viajes, así como consejos y sugerencias de cada una de ellos.