Mi primer paso hacia la cima no fue el día que compre mi billete rumbo a Nairobi, ni el día que conocí a mi equipo, ni fue mi primer movimiento al iniciar la ruta Marangú, fue años atrás, en Amboseli (Kenya), cuando me quedé maravillado por su majestuosidad. Desde ese momento, e inconscientemente, había dado mi primer paso, en ese momento decidí que algún día, intentaría llegar al techo de África: el Kilimanjaro.

Vistas del Kilimanjaro desde Amboseli (viaje Kenya en 2014)

Vistas del Kilimanjaro desde Amboseli (viaje Kenya en 2014)

Mi primer paso hacia la cima

Conseguí primero reunir el dinero para la expedición, en total unos 2.000 o 2.200€ el total (contando con algo de material de alta montaña por el que tuve que invertir, como mis botas semirigidas han wag o un abrigo en condiciones marca Salomon). Después vino detrás el valor para ello, sabes que cuando compras el billete de avión ya no hay marcha atrás. Y finalmente el tiempo libre para destinarlo: del 14 al 24 de febrero, ¡vamos allá!.

Teniendo en cuenta que no tengo experiencia en alta montaña, salvo la cima del Veleta (3.395 msnm) meses atrás, mi ruta a elegir para intentar conquistar Uhuru Peak (5.895 msnm) fue la ruta Marangú, ¿por qué? por estos motivos:

  • Duermes cada noche en refugios
  • Refugios con literas, colchón y almohadas, y luz solar
  • Tienes aseos elementales pero confortables
  • Hay comedores para refugiarte del frío
  • Es más económico al no tener los porteadores que llevar el peso de las tiendas de campaña

Aunque también tiene sus inconvenientes:

  • Es una ruta corta de 5 días, pero cada etapa tiene mucho desnivel, lo que hace la aclimatación algo complicada, y el porcentaje de éxito bajo.
  • La ida y la vuelta se hace por el mismo camino, lo que la hace monótona en ocasiones.

14 de febrero de 2018

Mi compañía de aventura fue Trekking and Safaris Adventures, ($1.300 + tips) una empresa que nació en 2015, comandada por Babuu Simon, natural de la Región de Kilimanjaro, lleva prácticamente toda su vida subiendo el techo de África desde que empezó como porteador, y ahora con la ilusión y alegría que lo caracteriza, va a ayudarme a alcanzar mi sueño.

Mi viaje fue largo e intenso, MurciaMadridLondresNairobiMoshi, unas 48 horas de traslados, aviones, conexiones, esperas y más traslados. Pero por fin el shuttle que me llevaba desde Nairobi hasta Moshi, pasando por la frontera Kenya/Tanzania en Namanga (donde tuve que pagar $50 por mi visado de entrada), me hizo encontrarme con mi guía Simon.

Allí estaba con un amigo y antiguo socio, Leaving, terminando de comer en la esquina de un restaurante, serían lasa 16.oo horas y mi comida durante el camino había sido una mazorca a la brasa que nos había regalado el conductor del shuttle a varios de los pasajeros, ¡que majo y que buena estaba la mazorca!

¡Jambo Antonio! ¿habari gani?. – me preguntaba como estaba Simon con su sonrisa contagiosa.

Mientras comía con ellos estuvimos hablando de mi viaje, de las palabras que había aprendido en swahili y del itinerario que llevaríamos estos días. Tenia dudas, no sabía donde dormiría la primera noche en Moshi, Simon me lo gestionaba, no sabía perfectamente que llevarme a la ruta para no fallar, Simon me lo gestionaba, todo iba saliendo bien de momento.

Simon tiene carnet de conducir pero no tiene coche, por lo que actualmente necesita contar con algún conductor amigo para llevarnos a cualquier parte, así que Leaving me llevo a mi hotel, el Buffalo Hotel Moshi, y allí fue donde mi hizo un repaso de todo el material que llevaba:

¿Tienes linterna? vale, ¿con pilas suficientes? ok, ¿cuales son tus botas de montaña?, vale, ¿y el saco de dormir? ok. Veo que tienes ropa suficiente para la noche de la cumbre, cuando llegue el día te diré que deberás ponerte. – Me decía Simon en la habitación mientras toda la cama estaba llena y las mochilas vacías.

Se marcho tarde, y mi meta ahora solo era una merecida ducha, organizar las mochilas de nuevo, sangrar la wifi que llegaba del restaurante de enfrente (la del hotel no funcionaba) para contactar con mi familia, novia y amigos y descansar todo lo posible. Mañana sería un gran día.

Son las 09.oo am, lo tengo todo preparado, el buffet del desayuno no esta mal, cafe, jugo de mango, sandia y unos crepes con tortilla, mientras en la tele veo una nueva locura transmitiendo por la BBC, un adolescente ha vuelto a sacar un arma de fuego para quitarle la vida a numerosos compañeros en Florida.

Son las 10.00 am, por fin llega Simon en otro shuttle (mini bus) con el resto del equipo: Boco (cocinero), Teo (porteador 1) y Malabe (porteador 2). Dentro de la furgoneta todo son presentaciones y risas, el ambiente me parece perfecto, simpático, alegre y gracioso.

Hacemos una primera parada en el pueblo de Marangú, para comprar algo de comida para la ruta, sobre todo carne fresca. El pueblo es como todo lo que había visto fuera de la carretera principal asfaltada, tierra, gente, tráfico caótico y una determinada belleza interior.

Boco comprando carne en Marangú village

Boco comprando carne en Marangú village

Tardamos unos 45 minutos en llegar al Parque Nacional, justo en la entrada es donde se debe pagar la tasa (gastos que ya están hechos) del parque, pero sobre todo el registro de comienzo de ruta: nombre y apellidos, días de ruta, número de participantes, nombre del guía, nombre de la empresa y firma. Aquí es donde además, los porteadores comienzan a cargar toda tu mochila, más el material de cocina, alimentos y claro, hasta su propio macuto. ¡Pero ojo! antes de partir pesan sus bultos y no pueden superar los 20 kg. de peso.

Malabe y Teo llevando todo el material, ¡increíbles!

Malabe y Teo llevando todo el material, ¡increíbles!

Teo, Malabe y Boco ya están listos y se adelantan a Simon y a mi por otro sendero, sólo para porteadores. Pero nosotros ya estábamos listos también, comienza la aventura:

  • Inicio: Marangu Gate (1.840 msnm)
  • Fin: Mandara Hut (2.700 msnm)
  • Distancia: 7 km
  • Desnivel: 800 m
  • Tiempo: 3/4 horas

La primera etapa he de reconocer que es muy bonita, porque transcurre toda por la frondosa selva, a veces el camino se quedaba todo sombrío al cerrarse la vegetación por la densidad de sus copas. Por otro lado, nunca había andado a un paso tan sumamente lento, el famoso pole pole era algo que lo tenía muy mentalizado, y no quería fallar en eso, para facilitar la aclimatación, uno de los factores más importantes es conseguir un ritmo de camino muy lento, muy pole pole, como suelen decir ellos en Swahili.

Mientras caminábamos, nos cruzábamos con varios caminantes y sus guías que estaban de vuelta ya, ¿habrían conseguido llegar a Uhuru Peak?, me preguntaba cuando los veía. Me di cuenta a medio camino la cantidad de horas que me esperaban de travesía a solas con Simon, así que tuve que sacar mi mejor repertorio de idiomas, para poder comunicarme con él en cualquier tema que pudiese salir, y salieron muchísimos.

El tiempo nos estaba respetando, uno de mis mayores miedos, la lluvia, no me apetecía nada caminar mojado, aunque mi poncho lo tenía preparado por si acaso. Serían las 17.00 pm cuando llegamos al primero campamento base Mandara Hut. Construido en una ladera, con varios refugios, un comedor y cuartos de baño, perfecto para descansar.

Simon y yo en Mandara Hut

Simon y yo en Mandara Hut

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Allí estaban ya como no, Teo, Boco y Malabe para darme la bienvenida.

¡Ven Antonio, vamos a ver al Ranger, para que te registres y te den la llave del refugio! – me dijo Simon. En cada campamento base hay uno o varios Rangers que se encargan de la seguridad, control y rescate, van vestidos de uniforme de camuflaje y con un arma semiautomática estilo AK-47.

Mi modo de aseo es un barreño de agua caliente y una pastilla de jabón que me trae Teo a la puerta del refugio, mi compañero de piso es un japones de Tokyo llamado Ken, parece más joven que yo y también viaja solo. La tarde es larga y Teo me propone subir unos metros por un camino para ver un crater extinto llamado Maundi a escasos minutos de donde estábamos.

Panorámica del crater Maundi

Panorámica del crater Maundi

Se cena pronto, sobre las 19.30/20.00 pm, y aquí fue donde me di cuenta de que no iba a pasar hambre, otro de mis miedo, Boco hacia comida para dos siempre, pensando en yo comería mucho, y no se equivocaba, pero siempre sobraba comida, aunque todo estaba exquisito. El día había sido largo, me reuní con el equipo en cocina para felicitar al cocinero y aprovechamos para charlar un poco y preparar mi mente para el día de mañana, ya que me esperaba un largo ascenso, dejaría la selva para adentrarme en el páramo.

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Este es mi cuaderno de bitácora y experiencias, un espacio de aventuras por los rincones del mundo donde encontrarás anécdotas y curiosidades de mis viajes, así como consejos y sugerencias de cada una de ellos.