20 de octubre de 2016
La anaconda en mi memoria
No recordaba como me hice la marca que tenía en mi antebrazo derecho, parecía un tribal de 6 centímetros de diámetro grabado a fuego, me producía un dolor soportable aunque al roce de la ropa me escocía bastante, en el desayuno aproveché para preguntarle a Rambo:
— Rambo, no recuerdo bien porque llevo esto, creo que fue en el momento que encontré a la anaconda, me cruce con el tallo de una planta y se me quedó pegada a la piel unos segundos. Al poco tiempo comenzó a irritarme hasta hoy. —
— ¡Ah, si!, a esa planta la llamamos planta de fuego. — me contestó al mismo tiempo que engullía el desayuno.
Me quedé pensando un rato mirándome la herida, la verdad es que me quemó la piel y sentía que me ardía, tenía sentido el nombre que le adoptaron.
Mientras desayunaba, me venía a la mente el encuentro con la anaconda, creo que no se me olvidaría en la vida ese momento.
— Rambo, ¿qué hubiera pasado si hubiera soltado la cabeza de la anaconda? — fue una pregunta retórica pero me apetecía escucharlo en boca de Rambo.
— Te hubiera mordido y tiene unos dientes muy largos y afilados para mantener la presa, cuando tu quieres salir de ellos, más te rajan la piel. — fui consciente en ese momento de como me jugué el pellejo.
— ¿Dejáis que todos los turistas hagan lo que yo hice? —
— No, de hecho , esa anaconda no estará mucho más tiempo donde la viste, mi amigo es pescador y atrapó esa anaconda, estaba mal herida y por derecho puedes tenerla un mes con fines de recuperación, ya han pasado tres meses y mi amigo se arriesga a ir a la cárcel 15 años, por eso amigo, eso que tu has hecho es algo excepcional. — me dijo Rambo medio sonriendo, satisfecho por el trabajo que estaba haciendo conmigo.
— Es cierto que vi a tu amigo muy serio e incómodo, imagino que verme allí con el bicho le pondría muy tenso. Muchas gracias por el increíble momento que me hiciste vivir. — Rambo sonrió y siguió desayunando su huevo frito con pan dulce. Mientras, yo seguía con mi anaconda en la mente.
— ¿Es la anaconda el animal más fuerte de la selva? —
— La anaconda es el rey de la selva. —
— ¿Más que una boa? —
— Las boas son más rápidas que una anaconda en tierra, pero aún así, la anaconda es más mortífera, cuando una boa entra en territorio anaconda, la boa caza presas para ganarse la confianza y el espacio de la anaconda. —
— Pero en tierra un jaguar si ganaría a la anaconda. — insistí intentando encontrar el talón de Aquiles de la anaconda.
— En tierra, si la anaconda es pequeña si, pero una anaconda como la de ayer, cuando el jaguar muerde, la anaconda enrolla sus anillos y estrangula al jaguar en tierra y mucho más si es en el agua.
Los delfines rosados de agua dulce
Rambo y yo nos pusimos en marcha tras desayunar, cogimos nuestras mochilas y nos adentramos de nuevo en el río Negro, partimos hacía río abierto y en menos de 10 minutos llegamos a un punto de avistamiento de delfines rosados o bôtos, como los llaman por estas tierras. En medio del río, una casa flotante donde se encontraba atracado un mini crucero que estaba haciendo un tour de 5 días por Amazonas a razón de 1.500€, a mi me costó 600€, eso sí, ellos tendrían todas las comodidades que yo no tendría y que a la vez, no necesitaba.
Esta mañana volví a sentir el mismo malestar gástrico, maldito malarone, así que mientras los franceses que estaban disfrutando de los delfines se encontraban en el río, yo estuve en el baño haciendo tiempo para estar sólo en el río sin ellos.
No me traje bañador así que tuve que bañarme con lo puesto, esperé a que se fuera el crucero y bajé unas escaleras que me adentraban en el río Negro, estaba el agua caliente como de costumbre en esta parte del río y a los lejos empecé a ver los primeros delfines que, curiosos al verme, se fueron acercando poco a poco. Conmigo se metió un muchacho con un cubo de agua lleno de peces, cogía un pez y lo chapoteaba en la superficie, el agua estaba turbia, por lo que los bôtos salían por sorpresa, en breve nos rodearon unos 6 delfines y fue maravilloso verlos y tocarlos, su textura era suave, su piel rosada como su nombre y su hocico es prominente, muy largo y con una gran hilera de dientes. Son los delfines de agua dulce más grandes, llegando a pesar mas de 180 kg.
Durante el baño sentí varios mordiscos, uno en el muslo y otro en el culo. No me dolió, fue un toque de atención, como probando la mercancía, me hizo abrir los ojos y miré para atrás, era un delfín pequeño, bueno, era muy grande pero en comparación con el resto sería la cría de la familia, ¿estaba pidiéndome comida o probando la comida? No lo se.
Mi primera pesca: una piraña
Volvimos al campamento base, Rambo iba a preparar las cosas para la siguiente actividad, la famosa pesca de pirañas, yo no había pescado en mi vida, de hecho, me parece algo aburrido, pero en esta ocasión fue diferente. Observaba como Rambo organizaba el material de pesca: dos anzuelos, dos sedales, un pescado congelado y su machete. ¡Estamos listos!
— Vamos a buscar una buena zona de pesca. — me dijo Rambo, mientras se acercaba a una orilla no muy lejana al campamento. Cogió el remo y lo clavo en la tierra de la orilla, haciendo fuerza para meterlo lo más hondo posible y ató el cabo de la canoa sobre él. Después, cogió el machete y troceó el pescado completamente en el banco de proa. — Tenemos para 10 pirañas cada uno. —
— ¿Sabes que no he pescado en mi vida? ¿verdad? — le contesté.
— Toma, este es tu rollo de sedal, cuando lance el anzuelo y notes que ha picado algo tira fuerte y enérgicamente del sedal para ti, de lo contrario se comerá el cebo y se escapará. — me explicaba mientras tiraba su anzuelo y servía de ejemplo.
Rambo se encargaba de poner los cebos en el anzuelo y de lanzar ambos sedales a larga distancia, cuando lanzaba el mio me lo devolvía para esperar el momento, esos segundos de espera eran muy excitantes, ya entendía a los pescadores, aunque las primeras veces se comían el cebo sin que yo me diera cuenta, otras tantas notaba el tirón del sedal pero no conseguía mi captura a tiempo.
— ¡Tienes que estar atento y ser rápido! — me aconsejaba Rambo.
— ¡Ya lo se!, pero es que son muy rápidos los cabrones. — le contesté frustrado.
— ¡Hay que tener paciencia y estar rápido en su momento! —
Los primeros 10 cebos fueron fracasos y fallidos, cuando en una ocasión, con el brazo semi flexionado, fijándome en el sedal concentrado en cualquier movimiento, noté como mis dedos se desplazaron levemente, tiré bruscamente para mi y seguí tirando y tirando, algo había picado, noté su peso, en cuestión de segundos, un pez con cara de pocos amigos salía del agua y se quedaba mirándome a escasos centímetros de mi cara.
— ¡Este pez es lo que creo que es? — le pregunté a Rambo ultra excitado.
— ¡Si!, es una piraña. — me dijo riéndose.
— ¡No me lo puedo creer, la primera vez que pesco y lo hago pescando una piraña. — estaba feliz por mi hazaña.
— Ya tenemos algo que comer esta medio día. — me replicó Rambo.
— El problema es que el cebo no llega a lo más profundo porque los peces más pequeños se comen el cebo, los peces más grandes está abajo…¡ah, espera! ¡tengo uno! — decía Rambo mientras tiraba fuerte del sedal para él, sacó del agua un tucunaré, un ejemplar muy típico de estos ríos y más grande que la piraña. — Hoy podemos sobrevivir amigo. — me dijo riéndose mientras posaba con su pesca. Al final de la tarde, el resultado final fue de 3 pirañas y 1 tucunaré (dos pirañas pescadas por mi).
Españoles por el mundo
De camino al campamento nos pasó un bote a gran velocidad, era Dorian el que lo manejaba, el socio de Rambo, y con él tres personas más, dos chicas y un chico.
— Esa gente es española, Antonio. — me dijo Rambo.
— ¿Ah, si? — hasta entonces estaba yo sólo en el campamento con la familia de Dorian y Rambo y tenía ganas de ver caras nuevas, si eran españoles encima de todo mejor que mejor.
Al llegar, estaban en la puerta de sus habitaciones y resultaron ser tres catalanes de Barcelona llamados: Max, Dolça y Clara. Max y Clara son amigos desde hace muchos años y están recorriendo juntos sus aventuras desde Rio de Janeiro, por el camino se encontraron con Dolsa y desde entonces son un inseparable tridente. Hasta que lleguen a Manaos, donde cada uno seguirá un rumbo diferente.
Para comer, el menú estaba claro, pescado recién pescado y además, cola de caimán cocido en una olla, que por cierto estaba muy bueno, acompañado con una sabrosa salsa, el sabor era raro, entre carne y pescado.
— ¿Y vosotros, a que os dedicáis? — les pregunte a mis nuevos amigos.
— ¿Quién empieza primero? — preguntó Max mientras se miraban entre ellos.
— Venga empiezo yo. — dijo Dolça — Yo soy actriz, pero para niños pequeños, hago teatro infantil, títeres y eso. —
— ¡Coño!, ¡como mi hermana! — le contesté.
— Y bueno, fui Lupita durante un tiempo en Los Lunnis. — concluyó Dolça.
— ¡No me jodas! — no era seguidor de Los Lunnis así que tuve que buscarlos en internet.
— ¿Y tu, Clara? — seguí la ronda.
— ¿Yo?, pues yo compito en natación sincronizada…–
— ¡Estás ante una campeona olímpica! — le interrumpió Max.
— ¿Qué? ¿estuviste en los juegos de Río? — le pregunté a Clara.
— No, en estos no, fui como comentarista, en Londres si estuve y ganamos la medalla de bronce. — Acto seguido, me levanté de la mesa y le alcé la mano a Clara, ella me estrechó la mano riéndose. — Es un honor estrechar la mano a una medallista olímpica. — le dije a modo de reverencia.
— Si bueno, ahora estoy intentando terminar periodismo, pero quiero viajar un tiempo antes de nada. — terminó Clara un poco avergonzada de tanto protagonismo.
— ¿Sabes? recuerdo ver en Televisión española a Gemma Mengual y a su compañera quejándose de los árbitros de los juegos. — le comenté a Clara.
— Es cierto, pues que sepas que quien comentaba en ese momento era yo y la compañera que tenía Gemma en ese momento se llama Ona y es la hermana de Max. concluyó.
— ¡Acho! — exclamé con sorpresa con tal semejante expresión murciana.
— ¡Así es! por eso Clara y yo nos conocemos tanto tiempo, por la relación con mi hermana. — me dijo Max.
— ¡Que casualidades! ¡Rambo! estamos con gente famosa. — le dije volviéndome hacia él.
— ¡Lo se, lo se Antonio! estoy escuchando. — me dijo sonriendo mientras se balanceaba en su hamaca.
— Bueno, quedo yo, soy biólogo, terminé mi doctorado y mi idea es hacer un post doctorado en el extranjero, pero ahora estoy en un punto de mi vida donde quiero vivir la vida mientras se resuelve mi futuro. — dijo Max.
Pasamos un momento muy agradable, hablando de experiencias, tanto buenas como malas, de planes de futuro y futuras aventuras, de sueños e ilusiones, hasta que precisamente el sueño interrumpió la conversación y nos fuimos a descansar un rato a nuestros aposentos.
Atardecer dorado en Amazonas
Hacía días que no formaba grupo con quien poder hablar de cosas triviales y con quien compartir las sensaciones que estaba teniendo y eso me reconfortaba. Dorian y Rambo esperaban en el bote, el grupo de cuatro españoles que formábamos nos íbamos de pesca tras la siesta correspondiente.
Nos acercamos al área de servicio de la familia Mora, esa casa flotante que hacia su vez de bar y tienda de alimentación de la que os hable en días anteriores. Allí, Rambo nos proporcionó a cada uno unas cervezas y nos pusimos a pescar pirañas mediante el sistema de caña, el resultado fue penoso: sólo pudimos pescar 3 pirañas por mediación de Dolça, Max y Rambo, yo me bebí 2 cervezas bien frías que supieron a gloria.
— Rambo, ¿aquí nos podemos pegar un baño? — le preguntó Clara.
— Claro, hay pirañas, pero estas no hacen nada, siempre y cuando no tengas heridas abiertas. — contesto nuestro líder. — En una ocasión un jacaré me hizo una herida en el antebrazo cuando estaba metido en el río y tuve que salir corriendo antes de que llegase la sangre al río. — las historias de Rambo justo en el momento precioso daban mucho gusto escucharlas.
— Nosotros nos metemos. — dijo Max.
— ¡Pues vamos a bañarnos! — gritó Rambo.
Cada vez que saltábamos al agua nos preocupábamos de caer cerca de un punto que tuviese un acceso de vuelta rápido, la película de Pirañas había hecho mucho daño y muchas historias dramáticas comienzan con un grupo de jóvenes inconscientes en un río. Nos fotografiamos saltando en grupo e individual mientras caía el sol y terminaba el día, el panorama era tan hermoso como peligroso.
— ¡Vamos chicos, vamos a cazar jacaré! — animó Rambo el atardecer mientras estábamos sentados al borde de la plataforma jugando con uno de los niños de la familia Mora.
La caza del jacaré: el caimán
Volvimos al campamento en busca de jacarés, serían las 20:00 horas, por lo que ya era de noche. De noche era muy fácil verlos, sus ojos se iluminaban como luces en la oscuridad al alumbrarlos con nuestras linternas.
— ¡Mira, ahí hay uno! — decimos todos al unísono sin levantar mucho la voz.
— ¡Silencio, vamos a por él! — contestó Rambo a la vez que Dorian llevaba el bote sin hacer mucho ruido a la orilla. Los ojos desaparecieron de repente, pensé que se había escondido bajo el agua. Rambo salto a la orilla y se adentro unos metros en la selva con la linterna.
— ¡Este hombre está loco! — le decía a Clara que la tenía a mi lado. Al instante, Rambo volvía sujetando el cuello de un reptil de unos 50 centímetros de largo, me pareció pequeño e incluso inofensivo, sino fuese por ese hocico repleto de afilados dientes. Rambo entró a la canoa de nuevo y comenzó a explicar lo que tenía entre manos mientras le alumbrábamos con la linterna.
— ¡Hay que cogerlo como lo hago yo, fuerte del cuello y de la cola, si se escapa puede morder!, ahora voy a pasarla para que os hagáis una buena foto con ella. — Rambo le pasó el jacaré primero a Dolça, que alucinó, esgrimía una cara de estar viviendo un momento único. Clara fue reacia a coger el caimán al principio pero al final se animó.
— ¡Yo no quiero Rambo! — dijo Max. Rambo insistió en darle la oportunidad y quiso convencerlo para que no tuviera miedo.
— No es por miedo Rambo, es que no veo bien en coger al animal, no se si está sufriendo. — Rambo me pasó finalmente el jacaré a mi y aprovechó para explicar curiosidades del animal, formas de comportamiento, etc. Para ser sincero, no presté mucha atención a lo que dijo, estaba concentrado en tratar bien al animal, a la vez de asegurar que no me mordiera y aproveché para tocar sus escamas, su vientre, cola y patas, sus dientes formaban una sierra perfecta con ojos.
— ¡Dámela Antonio! — me dijo Rambo.
Se la deje a Rambo en sus manos. — ¿La tienes? ¡tómala! — se la pasé con cuidado.
— ¡Ahora, os voy a hacer un truco de magia! Voy a hacer que duerma el caimán.
— ¿Cómo? — exclamamos todos.
— ¡Tenéis que estar en silencio durante un momento, sino puede morder! — Rambo cogió un remo y puso al caimán en la base de la pala, boca abajo, su dedo índice lo interpuso en la garganta del caimán y con la otra comenzó a acariciar su estómago, en unos segundos, soltó al caimán y se quedó quieto, como si estuviera durmiendo boca arriba, hipnotizado. En unos segundos, Rambo movió un poco el remo, el jacaré se despertó y lo dejó caer al río. Todos aplaudimos al mago Rambo, ¡era una caja de sorpresas!.
Volvimos al campamento después de esta gran experiencia, terminada el día y me quedé el último, miré al cielo, estaba increíblemente estrellado, hacía tiempo que no veía un escaparate así y eso, unido al manto salvaje de la selva amazónica, me hacía sentir muy feliz.
Si quieres ver el vídeo resumen de este día sólo tienes que darle al ¡play!
Y si te ha gustado la historia no pierdas el hilo y continúa leyendo el siguiente capítulo:
“Técnicas de supervivencia en la selva”
Este es mi cuaderno de bitácora y experiencias, un espacio de aventuras por los rincones del mundo donde encontrarás anécdotas y curiosidades de mis viajes, así como consejos y sugerencias de cada una de ellos.