17 de febrero de 2018
Serían las 7.30 am, y a pesar de que mi rumor en la cabeza se fue haciendo cada vez más leve durante la noche, no pude descansar bien, se hace complicado cuando debes de beber agua continuamente, ir al aseo constantemente y para colmo, mi cabeza no paraba de estar en continuo movimiento mental: ¿lo conseguiré o no lo conseguiré? Esa fue mi cuestión nocturna.
Como siempre, el ABC de cada mañana, Teo me despierta trayéndome un barreño de agua caliente para asearme, yo le doy mis cantimploras vacías para que las rellene, y nos vemos seguidamente en el comedor para desayunar.
Sin más preámbulos, Simón, Teo y yo nos preparamos para partir, mientras Malabe y Boco guardan y recoger todo el material para alcanzarnos más adelante.
Kibo Hut – El último campamento base
Uhuru Peak
- Inicio: Horombo Hut (3.700)
- Fin Kibo Hut (4.700)
- Distancia: 10 km.
- Desnivel: +1.000 metros
- Tiempo: 6/7 horas
El inicio del recorrido fue el mismo que el de ayer, rumbo a Zebra Rock, con la diferencia de que cuando volviese aquí, debería de llegar con una sonrisa de oreja a oreja, feliz por haber conseguido mi objetivo, llegar al techo de África. Nada más subir la primera colina, el camino es pedregoso y no lo recuerdo con agrado, todo camino que me hace mirar al suelo con frecuencia para no tropezarme me frustra un poco, por que por otro lado me estoy perdiendo momentos del paisaje, pero bueno no pasa nada, no es nada que no se puede arreglar parando para beber agua y disfrutar del momento.
En relación al agua, cruzamos un riachuelo que fue nuestro última fuente de hidratación hasta regresar de nuevo a Horombo, por lo Boco y Malabe, que ya nos habían alcanzado, rellenaron sus cantimploras y algunas más como emergencia.
A los pocos kilómetros de superar esa colina comienza un sendero que podría decir sin miedo a exagerar, que fue el más bonito, llevadero y espectacular de todos. Se trata de una meseta que une el cráter Mawenzi con Uhuru Peak, fue un verdadero placer cruzar ese lugar tan especial, con ese color rojizo volcánico y esa extensión interminable hasta dejar ver en ocasiones su preciada cumbre (vease bien en el vídeo más abajo), sin duda un paisaje de otro planeta.
Todo fue bien hasta que vi a lo lejos mi meta, el campamento base de Kibo Hut, fue la primera vez que empecé a notar fatiga muscular, comenzaba a encontrarme cansado y sentías frío en las manos. El grupo que formamos fue siempre el mismo, en total seríamos unas 15/20 personas entre guías y soñadores, y a falta de un hora para llegar a Kibo, hicimos un descanso para almorzar algo, Boco me había preparado un tupper ware con fruta, pollo frito, galletas y zumo.
Continuamos la marcha por el sendero que poco a poco iba ascendiendo metros, cuando de repente vi como una montonera de gente rodeaba lo que parecía un somier con una rueda en el centro de ella, estaban transportando a alguien que estaba con la cara tapada, la rueda no paraba de girar y el somier absorbía los saltos que pegaba con alguna que otra piedra del camino. Por lo visto, había presenciado la evacuación de otra parálisis cerebral.
Por fin en Kibo hut
Los últimos minutos fueron fatídicos, me pesaban las piernas y la leve cuesta que llegaba hasta el cartel de bienvenida se hacía de rogar, pero pole-pole y con perseverancia, llegue a mi destino, Kibo Hut.
La temperatura baja considerablemente a 4.700 msnm, serían las 15.00 horas y estaríamos perfectamente a 4º/5º, pero mi sensación térmica era de un frío del carajo. Mis manos estaban entumecidas del frío y los nervios comenzaban a hacerme mella, estaba a escasas horas de dar el último y definitivo empujón.
Malabe dejó mi mochila en una de las habitaciones del albergue, es grande y tiene varios espacios para dormir y comer. Unas palomitas, galletas con canela, agua y te, me estaban esperando en el comedor, mientras Simón y Teo se sentaron en frente mía para darme instrucciones:
– Antonio, ahora vas a dormir un poco, a las 17.00 horas te despertaremos y comerás de nuevo, es necesario que comas y te alimentes bien. Después de comer descansarás hasta las 23.30 am que te llamaremos para cenar algo y a las 24.00 am emprender la marcha. ¿estás nervioso? – me preguntó Simón.
– ¡Estoy como un flan! – le dije con una medio sonrisa.
En la habitación se encontraban conmigo, el grupo de serbios y dos parejas más de cualquier país europeo que ahora mismo no recuerdo. No se si era yo solo, o en el ambiente se respiraba tensión, concentración y nerviosismo. Saqué mi saco de dormir, me enfundé en ropa térmica, me puse los auriculares para escuchar algo de música y evitar así los sonidos celestiales de mis vecinos, y mi meta en ese momento fue la de intentar dormir todo lo posible. En pocas horas comenzarían uno de los momentos más duros de mi vida.
Este es mi cuaderno de bitácora y experiencias, un espacio de aventuras por los rincones del mundo donde encontrarás anécdotas y curiosidades de mis viajes, así como consejos y sugerencias de cada una de ellos.