18 de febrero de 2018

Si pensabais que iba a tener un descanso profundo y armonioso, tanto vosotros como yo nos equivocamos rotundamente. Mi cabeza no sufrió migraña alguna, pero fue imposible conciliar el sueño, mi mente estaba tan despierta que en numerosas ocasiones, me imaginaba llegando hasta la cima, y mis sueños eran tan reales, que las lagrimas de la emoción me hacían despertar. Fue increíble sentir eso, como tu mente puede llegar a tal extremo de realismo. Ahora tocaba hacer realidad ese sueño.

  • Inicio: Kibo Hut 4.700 msnm
  • Medio: Uhuru Peak 5.895 msnm
  • Fin: Horombo Hut 3.700 msnm
  • Distancia: 5  km de ascenso + 15 km de descenso
  • Desnivel: 1.200 m de subida + 2.200 m de bajada
  • Tiempo: 7 – 8 (yo tardé 10 horas) de subida + 5/6  horas de bajada.

Eran las 23:30, las luces de los frontales iluminan la habitación, los nervios comienzan a hacerme pasar escalofríos, que duran el tiempo justo en el que comienzo a ponerme capas de ropa hasta convertirme en una cebolla andante: dos pares de calcetines (uno de lana y otro más fino, sin hacer arrugas), dos pares de guantes ( térmicos + lana + gore-tex en caso de emergencia), un gorro de lana, una braga para el cuello, dos pantalones térmicos, más el de nieve, y hasta ¡5 camisetas! más la térmica de manga larga, un forro polar fino y un softshell (más el abrigo de esquí guardado en la mochila como último recurso).

La gente comienza a levantarse, prepararse e irse hacia el comedor. Para entrar en calor, un vaso de te, hidratos en forma de palomitas y más galletas. Ufff, se acercan la hora, son las 00:00 horas, comienza la última etapa, hacia Uhuru Peak – La cima.

 Uhuru Peak – La cima

Por fortuna para mi, Simón va abriendo camino y Teo va detrás mía (que bien me vino tenerlo detrás, luego os explicaré por qué). Esta última etapa tiene un detalle a destacar, ¡y es que la subida se hace interminable!, las primeras horas fueron espectaculares, mientras tenía uso de razón mental y físico, echaba la mirada atrás y era sobrecogedor ver el zigzagueo que formábamos en la montaña, sólo veían frontales que iban avanzando lentamente.

No se que hora serían, llevaría no más de tres horas andando cuando de repente comenzaron a cerrárseme los ojos, mi mente me iba abandonando a mi suerte y el sueño se apoderaba de mi, sólo cuando perdía el equilibrio y me cuerpo intentaba corregir mi posición, me despertaba. Y fue aquí donde Teo entra en acción, cada vez que iba andando y mi cuerpo se iba doblando hacia la cara externa de la montaña, Teo me cogía de la cintura y me hacía corregir mi posición, mientras escuchaba a Simón decirme: – ¡Antonio, no te duermas, abre los ojos! – yo intentaba obedecer esa orden, pero me resultaba meramente difícil, hasta el punto en el que tuve que parar para intentar recuperarme.

Echaba la mirada arriba y veías al resto de grupos que continuaban subiendo, de vez en cuando hacían también una parada, pero poco a poco me iban cogiendo distancia, y a su vez, ver la interminable pendiente en mitad de la noche me hacía suspirar profundamente: – ¡Antonio no mires arriba, no es buena idea! – me decía Simón, y tenía razón, cada vez que miraba arriba, una parte de mi se desmoralizaba más, así que intentaba siempre agachar la cabeza, concentrarme en los pasos que iba dando e ir ganando poco a poco metros en ascenso.

Con mi soñolencia no acabaron todos mis handicaps, le fui añadiendo mi escasa adherencia con el terreno a pesar de haber usado unas botas de mas de 200€, quizás fuese los copos de nieve que habían caído horas antes de comenzar la etapa, que conforme iba andando me iba resbalando y consumiendo poco a poco. Mi fatiga muscular iba incrementándose a pasos agigantados, ¿nunca habéis estado tan fatigados muscularmente hablando, hasta el punto de caer al suelo estrepitosamente? A mi me comenzó a pasar horas antes de llegar a la cresta, cada 20 pasos que daba, mis piernas dejaban de responderme y me precipitaba al suelo, me caí innumerable veces, y ahí estaba Teo siempre para ayudarme a levantarme y soportar todo mi peso.

Amaneciendo con el cráter Mawenzi detrás de mi

Amaneciendo con el cráter Mawenzi detrás de mi

No me lo pude creer, estaba amaneciendo ya, ni siquiera había llegado a la base de la cresta, donde se encuentra la medalla de bronce, Gilman’s Point a 5.681 msnm y eran ya las 8:30 am, ¡que duro se me estaba haciendo!, pero finalmente llegue a la cresta, con este maravilloso fondo de ensueño, un radiante amanecer trepando desde las fauces del cráter Mawenzi.

Este momento fue crucial, me encontraba sentado, con un te entre mis dos manos congeladas, con un sueño increíble y con un cansancio acumulado de tantas noches sin dormir bien y de tantos kilómetros recorridos al más puro estilo pole-pole.

No nos da tiempo a llegar a Uhuru Peak, ¿verdad Simon? – le pregunté sin recordar que cara podría tener en ese momento.

¡Sí, nos falta una hora y media solamente, te ayudaremos a llegar! – ¡esa frase fue la esperanza y la motivación que necesitaba!.

Recorriendo la cresta hacia Uhuru Peak

Recorriendo la cresta hacia Uhuru Peak

Hice todo lo posible por reunir toda la energía suficiente, y comenzamos lo que llamo, el camino más infernal que he hecho en mi vida, no hubo manera de caminar 10 pasos sin caerme o sin apoyarme en alguno de mis guías. No recuerdo como ni cuando, pero me encontré de repente con la medalla de plata, Stella Point a 5.756 msnm, aunque si que recuerdo decirle a la cámara: – ¡Esto es…muerte! – me encontraba aniquilado, pero sólo quedaba la recta final, ¡tenía que darlo todo!, Teo me llevó la mochila los últimos metros del camino, mientras la gente que había comenzado a subir conmigo, ya estaba bajando la montaña, fui literalmente el último en encumbrar la cima. Pero no importa, porque aquí no existe la competición, tu máximo rival es tu mismo, y ese es el veradero enemigo, ese que no quiere que consigas tu objetivo, aquel que quiere que vuelvas a tu sofá, y no, no le voy a dar ese gusto.

No puedes ni imaginarte que sensaciones tuve al ver de lejos y poco a poco acercándose esos carteles de información que durante tantos meses había visto en Google, en Instagram, en vídeos de Youtube, que mil veces había imaginado, que horas antes había soñado e incluso llorado de la emoción, y por fin estaba a punto de conseguirlo, con la inestimable ayuda de mis dos soportes (Simón y Teo), logré alcanzar a las 9:50 horas Uhuru Peak, el techo de África, los 5.895 del monte Kilimanjaro.

La bajada fue una odisea por supuesto, mis piernas me habían abandonado y dejaba caer todo mi peso hacia los bastones, aunque eso no fue suficiente, no recuerdo las veces que me cai  o invité a que mis dos amigos se sentaran conmigo para recuperar fuerzas. La bajada fue tan dura como la subida, aunque con la plena felicidad de haber cumplido mi sueño, por lo que caer al suelo eran palos con gusto.

Coronando mi sueño

Coronando mi sueño

Si mal no recuerdo, serían las 14:00 horas cuando llegamos a Kibo Hut de nuevo, no te engaño cuando te digo que estuve más tiempo en el suelo que andando. Una vez allí, comí y descansé un poco. En la habitación había una pareja de americanos (de Utah y California), ambos viajaban por separado e iban rumbo a Uhuru Peak, se les veía tranquilos y estuvimos hablando de mi experiencia y de lo grande que era vivir todo esto. A día de hoy no se si lograrían alcanzar la meta, yo creo que si, espero que si.

Sobre las 17:00 horas nos pusimos camino hacia Horombo Hut, ahora había que deshacer el camino, con la diferencia de que ya no hacía falta ir pole-pole, y eso eran una bendición, ¡qué gusto poder ir a un ritmo normal!. Por el camino, recuerdo estar la mayor parte del tiempo solo, Simon y Teo iban por delante de mi a gran distancia, y en mi mente estaba mi ilusión y yo, mis sensaciones, sentimientos y recuerdos.

Era consciente de que la aventura estaba llegando a su fin, ya había conseguido mi propósito, ¿y ahora qué?, ahora tocaba procesar el momento, interiorizarlo, vivirlo de nuevo y sufrirlo al ser posible, para que nunca se olvide, para marca a fuego que un día me propuse hacer algo legendario y puse todo mi empeño en hacerlo para finalmente conseguirlo.

Llegamos al anochecer a Horombo Hut, a eso e las 21:00 horas, y estaba tan cansado que ni siquiera cené, sólo quería dormir, dormir…dormir.

Con mi equipo en Horombo Hut, tras alcanzar la cima

Con mi equipo en Horombo Hut, tras alcanzar la cima

19 de febrero de 2018

El regreso a casa. Desde Horombo Hut volvimos hacia Marangu Gate en furgoneta, ¡si!, nos ahorramos los últimos 20 km de distancia gracias a una de mis gafas Hokana y al buen gusto del Ranger del campamento, gracias a ese trueque, Simón y yo conseguimos un  hueco en la furgo y como sardinas en lata regresamos a Marangu Gate.

Y donde empezó todo, termina mi aventura por Tanzania, aquí es donde te dan tu certificado por conseguido llegar hasta el techo de África y donde me despido de ti, espero que hayas disfrutado del relato de esta historia de mi vida.

¡Hakuna matata!

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